Busco Pueblos

jueves, marzo 16, 2006

Melodías de un mar: Cabo blanco


Me levanté con la esperanza de viajar a un lugar que me libere del estrés de un mes lleno de almuerzos y alumnos del distrito de Chalaco. Hace más de un año que llegué a ese pueblo, y no pierdo la oportunidad de tener algún falso contacto con ellos. Similar a mi estadía en Piura, han pasado 7 años y sigo aquí, aunque espero no por mucho tiempo.



Cogí un taxi a la terminal de Eppo, hice una llamada, compré mi pasaje, y espere un momento por si llegaran los platillos (1).Pensativo, sentí que alguien me observaba, y cuando encontré esa mirada me di cuenta que era una amiga de aquellos años de principios de universidad. Imaginariamente me trasladaron a mis tiempos de cachimbo, cuando mis preocupaciones no eran tan complicadas. La verdad trato de ser lo menos complicado y lo más transparente posible.

Ya en el bus me esperaban tres horas de viaje pero con el mejor compañero de viaje, “mi discman”, acortaría la distancia. Las melodías musicalizadas y esas letras casi románticas que sólo hablan del desamor trataban de decirme si hay soledad más allá de la muerte.

Con una canción de los años ochenta llegamos a Sullana, esa pequeña ciudad llamada la Perla de Chira, que hace siglos fue gobernada por un matriarcado, las poderosas capullanas y ahora guardan su belleza en las sullaneras. Pero más que su historia, esta ciudad es tierra natal de muchos amigos y compañeros de universidad que hasta ahora frecuento. El bus para, deja y recoge a otros pasajeros.


Cruzamos el túnel, el puente y su nuevo lago verde( la represa), a esta distancia el paisaje se volvía más familiar. Pasando por Querecotillo, un pueblo lleno de cocoteros y lugares campestres, “mi discman” pedía pilas nuevas, y aproveche para cambiar de disco, con la ligera esperanza de encontrar algún ritmo que me recuerde a una etapa de mi vida, o talvez quería encontrar una canción que se atreva a atrapar recuerdos, aquellos que empezaba a recolectar en este viaje. Me sentí un mendigo de recuerdos.

El verde desaparecía de mi ventana, en su lugar, una gran capa desértica se abría ante mis ojos. Cambiando de disco, un sonido a reagge me recordó a mi antigua pensión en San Felipe, y mi estadía como guardaparque voluntario en la reserva nacional de Paracas. Sí, aquel grupo chileno llamado Gomwana, me anuncia la llegada a Talara, la ciudad del petróleo.


Una ciudad levantada en cemento, nos invitaba a pasar sólo por un momento, mientras el bus nuevamente realiza su segunda parada. A esa hora mi discman marcó la sexta canción y en ese instante escuché la brisa de mar, luego las olas que se deslizaban una tras otra sobre la arena y una voz que decía: tengo un mal de amor por ti en el mar de amor que es Dios, es sólo una barca pequeña, es sólo una barca pequeña, este amor, mi amor por ti, tengo un mar de amor por ti, y yo lo quiero compartir para no estar más en soledad” ,así me quedé pegado en la canción y trataba de encontrar respuesta si el amor que tengo por ti es un mal de amor, y si es un mar de amor que siento por ti, es prueba que me cagó por ti, yo pensé que había pasado. Además en ese momento estabas a miles de kilómetros.

Así llegué al distrito del Alto, diría Silvia (2), un pueblo más de la costa norte, alguien por allí gritó quienes se quedaban, antes que este terminara de gritar yo estaba preguntando como hago para llegar a Cabo Blanco, por allí di un par de vueltas, por una tienda, una plaza, un mercado, hasta que un moto taxista me dijo que la "camioneta blanca" se dirigía a Cabo Blanco.

En la olla de la camioneta, acondicionada con dos tablas el pasajero puede viajar cómodamente, y con varios pescadores llegamos a Cabo Blanco. En la playa, dejé mi mochila en un lugar visible y fuí en busca de las olas. Dicen que Cabo blanco es el lugar perfecto para los surfistas, entonces te debes imaginar el tamaño de las olas; el agua es cálida, es sin lugar a duda, las olas con mejor curva.


El pueblo está formado por dos bloques; en el primero se encuentra el malecón, hospedajes y restaurantes, en la otra, un hotel, varias casas de pescadores, el muelle y embarcaciones de color blanco. Luego de jugar con las olas, de ir a su encuentro, de correrse de ellas, de dar variar vueltas debajo de ellas, agotado, me dirigí a unas rocas, justo al límite entre las dos playas. Me senté a contemplar el paisaje, era hermoso y cada vez que trato de dibujarla en mi mente me convenzo que es perfecto.

Entre esas rocas, buscando algunas conchas, piedras de colores, me di cuenta que este lugar no me recordaba a nada, será porque era único. Luego encontré un hueco lleno de agua, y en el fondo habían unas piedras de colores. Se me ocurrió meter la cabeza y sacar algunas piedras con la boca. Una vez dentro tuve la ligera impresión de estar desconectado del mundo, de mis problemas, de mis sueños, de mi vida y que Dios me liberaba de todas mis culpas, hace mucho tiempo que no me sentía limpio de cuerpo y alma.

Si la primera playa me agradó, esta me enamoró, era una musa dibujada por la mano de un pintor de antaño, perfecta en su curvas, en su calor, en sus caricias. Poco a poco te arrastraba entre sus olas, tú jugabas, ella susurraba cerca de ti, tú intentabas tenerla entre tus manos y ella desaparecía en forma de burbujas entre tus dedos. En ese momento le pedí a Dios que me permitiera regresar a este pueblo, que mi destino cruce Cabo Blanco.

Ahora podía entender porque Eminway, Maria Félix y otros se quedaron encantados por este lugar. Le dedicaron un libro y supongo que muchos piropos convertidos en buenas referencias. En este lugar el presidente de la texaco pescó el merlín que lo llevó al libro de los record guinees. Aquí en los 50, un famoso club, “Fish Club”, recibía a las personalidades más famosas de su tiempo.

Ya casi las 5 de la tarde, en el malecón, en forma de una barca pequeña, dejé que mis pupilas casi saladas contemplaran por última vez el mar. Casi colgado de la baranda de una camioneta regresé a “El Alto”, compré mi pasaje y esperé 13 o más minutos al bus.

De regreso buscaba en el discman una canción que en su letra me recuerde a Cabo Blanco o a las 5 horas en ese pueblo, pero la vida no es una canción y los momentos no son palabras, sólo esperaba que una melodía me devolviera la esperanza de regresar a un lugar donde descubrí que tengo un mar de amor por ti.
(1) A unos amigos.
(2) compañera de viaje.